lunes, 1 de septiembre de 2014

A la vuelta

La llave en la cerradura resonó el aterrador  eco de la casa vacía.

Gabriela finalizaba hoy  sus vacaciones.  El vehículo que la acompañaba al hogar  rodaba frente al árbol seco de siempre. A modo de  bienvenida movía sus  aterradoras manos.
Sus ojos recorrieron cada una de las habitaciones. Eran como piezas de carne  congeladas. Detenido el tiempo desde que ella las abandonara en julio.
Se encontraba aún  feliz. Rezumaba el tiempo  bello y alegre de esas cuatro semanas. La no prisa. El no espejo. Los no tacones. La no preocupación.  Días llenos de abrazos y cariños. Tiempo de caricias dulces de cuerpo y espíritu.
Se sentía motivada. Se sentía creadora. Se sentía capitana de su vida.
En la cocina encontró una lista de “Asuntos Pendientes para la vuelta”. Carajo pensó. ¿Quién se castiga  asimismo con esta maldita  bienvenida?
Terminó de colgar  la  tercera lavadora. La mesa del salón crujió. Gaby suspiró. Su boca masticó  unas palabras:
Ha sido un sueño, no ha sido real.  Ésta sí es mi  realidad.
Poco a poco aquel castillo de naipes ilusionados parecía desmoronarse. Pensamiento a pensamiento  se desvanecía.
Decidió poner fin a aquel torbellino de ideas. Se concedió un rato de paz. Meditó.  Diez minutos practicando una técnica sencilla.  Su mente calmó. Sus labios se dibujaron en una breve sonrisa. Su cuerpo pareció retomar las  vacaciones. Y unas palabras resonaron en su conciencia, altas, claras, rotundas,  sin posible  lugar a dudas ni a especulaciones.
Tu vacaciones no fueron un sueño. Es vida. Sólo vives si te sientes feliz.
Realmente comenzaste a soñar  justo al entrar en tu casa.
Sólo debes elegir, vivir o soñar que estás viviendo.




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